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jueves, 12 de junio de 2014

17. Osteoporosis ¿epidemia silenciosa?




La osteoporosis es un tema que me tenía bastante perpleja.

Mis abuelas nunca supieron qué era eso de la osteoporosis aunque fallecieron a edades avanzadas; mi madre oyó hablar de ello por primera vez a finales de la década de los 70. Sin embargo, si hacemos caso de las cifras alarmantes que se encuentran en cuanto buscamos “osteoporosis” en Google, o de los, igualmente alarmantes, artículos de divulgación sobre el tema, parecería que es algo que nos va a tocar a una de cada dos mujeres después de la menopausia y que puede matarnos.

¿Cómo podían semejantes cifras ser posibles? 

El resultado de mi perplejidad es este artículo y los que seguirán, porque el tema es complejo y prefiero mantenerlo de lectura fácil y entretenida… y a pequeñas dosis.

En ellos he resumido más de seis meses de investigación donde he descubierto que, como otras historias edificantes, la de la osteoporosis puede empezar también por el conocido “erase una vez”. 

Así que vayamos algo hacia atrás en el tiempo y demos un pequeño rodeo que veréis que, en realidad, no es tal.

Fue en 1975 cuando se publicó el estudio (1) que mostraba que las mujeres que estaban bajo terapia estrogénica sustitutiva para “prevenir completamente la menopausia” y mantenerse “femenina para siempre” (2) tenían un riesgo de padecer cáncer de endometrio multiplicado por 7,6, mientras que otros trabajos mostraban asimismo una mayor incidencia de cáncer de seno y ovarios (3).

Estas noticias cayeron muy mal en la época y las ventas de estrógenos –extraídos de la orina de yegua, por lo tanto parecidos pero no idénticos a los nuestros– bajaron en picado.

El laboratorio que comercializaba el Premarin –la especialidad estrogénica líder del mercado– viendo disminuir sus beneficios reaccionó encargando a un gabinete de relaciones públicas una nueva estrategia para reconquistar el jugoso mercado de las mujeres menopáusicas con un nuevo producto: una fantástica fórmula hormonal mejorada que asocia estrógenos y progesterona –artificiales y, por lo tanto, patentables–  y que va a llamarse tratamiento hormonal sustitutivo (THS).

Como –vistos los resultados– la estrategia de “prevenir completamente la menopausia” y “femenina para siempre” ya no es muy adecuada, hay que buscar una nueva idea genial y esta va a ser recentrar la publicidad de la nueva fórmula sobre la prevención de la osteoporosis.

Es así que, a finales de los años setenta, toda la población femenina de una cierta edad se ve confrontada a una nueva enfermedad: la osteoporosis. 

Enfermedad de la cual prácticamente nadie había oído hablar hasta entonces, pero cuyas graves consecuencias iban a afectar nada menos que a una de cada dos mujeres después de la menopausia. Evidentemente, el tratamiento de dicha enfermedad con medicamentos, y específicamente con el THS, era urgente. 

Las revistas femeninas se hicieron eco del tremendo problema al que, inopinadamente, se enfrentaban las mujeres y se predijo una epidemia de osteoporosis en las décadas a venir, puesto que cada vez habría más mujeres menopáusicas.

El histerismo mediático sobre la epidemia de osteoporosis fue tal que, finalmente, los institutos nacionales de salud (NIH) de los Estados Unidos organizan un congreso en 1984 con especialistas de huesos para tratar de decidir qué medios podrían usarse para prevenir la terrible enfermedad.
 
Durante este congreso se descubrió que, en realidad, se sabía muy poco sobre el tema –ya que las fracturas espontáneas de huesos no habían sido hasta entonces un problema habitual–. De hecho, lo único que sí se conocía, era que un régimen rico en calcio aumentaba la densidad ósea.

Sin embargo esto no significaba gran cosa, como explicaron varios especialistas, ya que la resistencia del hueso no está relacionada  sólo con su densidad si no , y especialmente, con su calidad. Y esa calidad, dependía de una compleja serie de factores que no se sabían medir con exámenes o análisis.

Pero, como se esperaba algún resultado del congreso, lo que finalmente se hizo –supongo que mientras parte de los especialistas seguían estudiando el problema– fue concentrarse en el único parámetro que podía medirse: o sea, la densidad ósea y se recomendó a todas las mujeres consumir más calcio.

Como ha reconocido el Dr. Lawrence Shulman, organizador del congreso, “Esta decisión hizo nacer una enorme industria”.

En realidad, ayudó eficazmente a cuatro industrias: 

La de complementos, que ya en 1986 vendió en los USA suplementos de calcio por 166 millones de dólares (3).

La lechera, que, en la época, estaba sufriendo una reducción acelerada del consumo de sus productos por culpa de las grasas saturadas que contienen los lácteos.

La farmacéutica que, visto el fabuloso mercado potencial, no iba a conformarse sólo con vender la TSH y se lanzó a buscar nuevas moléculas que aumentasen la densidad ósea.

Y los cuatro principales constructores de los aparatos que miden la densidad ósea. 

De momento, y para que respiréis libremente os diré que, según las cifras obtenidas en Europa y en América del Norte, no hay ninguna epidemia de osteoporosis, como se predijo y como se sigue prediciendo

En realidad, la epidemia ocurrió mucho antes, empezó en los años 40 en Estados Unidos y siguió en otros países que se estaban desarrollando, para estabilizarse en la década de los 80. En la actualidad hay incluso una ligera disminución en el número de fracturas (4). 

Sin embargo, hay una gran diferencia entre países, las tasas más altas de fracturas las tienen Europa y América del Norte, seguidos de Australia y Nueva Zelanda. Apenas hay fracturas en Asia, África negra o América del Sur.

La pista del modo de vida es evidente: los países con más fracturas –y no hablo de densidad ósea si no de fracturas– son los países donde se vive de forma occidental, también donde se come más carne, azúcar, productos industriales y lácteos.

Por ejemplo, a finales de los 90 en la China continental se contaban aproximadamente 87 casos de fractura anual de cuello de fémur por 100 000 mujeres mayores mientras que en Hong-Kong –donde impera un estilo de vida occidental– era de 352 y en Estados Unidos de 510/559 (3).

En España la incidencia –que se mantiene estable– es de unas 300 fracturas anuales por cada 100 000 mujeres, siendo la edad de las mismas entre 73 y 84 años (5).

Para que os hagáis una idea real de la incidencia, en el peor de los casos (599), se trata de 0.60 fracturas por cada 100 mujeres mayores.

Y lo que ha pasado es que antes de 1994 la osteoporosis era un factor de riesgo definido por la aparición de una fractura mientras que en la actualidad es una enfermedad definida por un número que se supone mide la densidad ósea.

Así que empezaré mi revisión por la densitometría, ya que si estás en la cincuentena o más, hay todas las posibilidades de que tu médico te haya recomendado hacer una. 

Supuestamente es el examen por excelencia para saber si tienes o no osteoporosis.

Así que si las medidas están bien… uff ¡qué alivio! 

Pero como estén mal o tengas osteopenia –cosa de la cual jamás habías oído hablar– hete aquí que te encuentras de repente en el grupo de riesgo, incluso enferma y, en cualquier caso, elegible a diferentes tratamientos y complementaciones.

Además de inmensamente preocupada.

Sin embargo, lo que nadie te dice, es que la densitometría no predice en absoluto tu riesgo de fractura, tanto si los parámetros están bien como si están mal.

Vayamos punto por punto.

Como los constructores de osteodensitómetros no se pusieron de acuerdo para que sus máquinas midiesen lo mismo, hubo que inventar las llamadas T-score y Z-score que permiten situar el resultado obtenido por el aparato respecto a unos valores de referencia establecidos por el fabricante. 

Estos valores son para la T-score la densidad ósea media de un adulto joven y para la Z-score la densidad ósea media de una persona de la misma edad que el paciente.

En la práctica, la osteoporosis se define comparando la densidad ósea del paciente a la media de un adulto joven del mismo sexo.

O sea, la T-score.

Si la T-score es 0 significa que la densidad ósea es igual a la densidad ósea media de un adulto de 25-30 años. 

Si es de -2,5 se decide que la persona tiene osteoporosis y si está entre -1 y -2,5 se habla de osteopenia.

La osteopenia es un término que se creó en 1992 (3) para que los epidemiólogos pudiesen clasificar de alguna manera a esta población con densidad ósea intermedia. Cuando se decidió la nominación nadie pensó en que se estaba creando una nueva enfermedad y la correspondiente categoría de pacientes tratables

Pero el gran drama es que estas cifras (0, -1, -2,5) son completamente engañosas. 

Para empezar, los osteodensitómetros se crearon originalmente con el interesante objetivo de hacer estudios de poblaciones y comparaciones antropológicas, no diagnósticos. Por lo que el proceso de cálculo de la máquina tiene una incertidumbre hacia arriba o hacia abajo de entre un 20 y un 50% (6). A nivel de una población –miles de medidas– estas variaciones se compensan, pero no ocurre lo mismo si se trata del diagnóstico de una sola persona.

En la vida corriente, que es lo que nos interesa, significa que una mujer de 70 años con una T-score de -1,5 y diagnosticada con osteopenia, puede tener en realidad 0, o sea, la misma densidad ósea que una jovencita de 25… o -3 ¡lo que se consideraría una osteoporosis grave!

Además, la T-score varía apreciablemente de una población a otra, lo que indica que la densidad ósea normal es muy variable en distintos individuos sanos, dependiendo del tipo corporal y el origen étnico. Que la densidad ósea sola tiene muy poco que ver con las fracturas se comprueba observando la curiosa particularidad de que Suecia, con una de las densidades óseas más elevadas del planeta, es el país que presenta el record mundial de fracturas espontáneas de cuello de fémur (7).

La densidad ósea disminuye de forma natural y no patológica con la edad y, los límites de -2,5 y -1 para definir osteoporosis u osteopenia –aún aunque fueran fiables y no con un error de 20-50%– son totalmente arbitrarios, puesto que entre un 56 y un 80 % de las fracturas ocurren en mujeres con un T-score  superior a -2,5, por tanto sin osteoporosis según las pruebas densitométricas (8). 

Entonces, nuestra primera pregunta sería: ¿la densitometría ósea permite la prevención de fracturas y/o saber si se tiene osteoporosis?

La respuesta es NO.

De hecho sólo sabes si tienes osteoporosis si te fracturas un hueso sin haber sufrido ningún traumatismo especial. 

Sin embargo, no pienses que estás abandonada a tu suerte. Actualmente hay una serie de cuestionarios que te pueden indicar tu riesgo personal de una forma muy precisa y sin recurrir a ninguna medida de densidad ósea.

En el caso de osteoporosis comprobada: es decir, has tenido ya una o varias fracturas; el osteodensitómetro puede utilizarse dentro del marco de un tratamiento como herramienta de control- junto a otras que diré. Eso, siempre que todas las medidas se hagan con el mismo aparato y el mismo técnico, porque si no es así no pueden compararse unas con otras.

Hablaré de todo esto cuando trate sobre la prevención y tratamiento de la osteoporosis.

Y la segunda pregunta que cae por su propio peso es: ¿por qué se usa entonces la medida de la densidad ósea como diagnóstico de la osteoporosis?

El caso, es que esto mismo se preguntó la Food and Drug Administration (FDA) de Estados Unidos. En realidad, la pregunta era si había que seguir considerando la T- score como criterio de diagnóstico, puesto que, diese la cifra que diese, no permitía distinguir entre la persona que sufriría una fractura y la que no.

La cosa se discutió el 17 de mayo de 1999 entre expertos de huesos y representantes de las industrias interesadas en una reunión convocada por la FDA. Se habló de todo lo que yo he comentado más arriba, pero esto no tuvo ningún peso frente al argumento del representante de Merck que dijo:

Somos conscientes del hecho de que la T-score no es una medida ideal, pero… ( ) es parte indispensable de numerosos procedimientos ampliamente utilizados” (3).

Y como, al parecer, no era cuestión de ponerse a cambiar los procedimientos ampliamente utilizados, la cosa siguió como estaba y, desde luego, ni la FDA ni los vendedores de osteodensitómetros informaron a los médicos sobre la discusión.

Así que, en la vida real, la probabilidad de que te prescriban a partir de cierta edad una densitometría es alta. Por desgracia, la probabilidad de que la T-score de ese día esté entre -1 y -2,5 también. 

Y aunque esta cifra no significa nada en relación a una posible futura fractura –como tampoco significa nada 0– el engranaje se pondrá en marcha y tu médico, tan preocupado como tú, te aconsejará como poco tomar tres o más productos lácteos todos los días, además puede recetarte una asociación de calcio y vitamina D y algún tipo de medicación para reforzar el hueso.

Y si vas a los foros de internet encontrarás a otras mujeres en la misma situación que tú y te dirás que todo es normal y que estás haciendo lo correcto.

Pero no es así.

Así que sigamos con la revisión y pasemos a los tres productos lácteos diarios

Una parte de la población europea y el 70% o más de la población mundial no digiere la lactosa, que es el azúcar de la leche. 

Esto es completamente normal, no es ni una enfermedad ni una carencia. Ningún mamífero adulto digiere la lactosa, con la excepción de los grupos de humanos que han evolucionado conjuntamente en los últimos 10 000 años con vacas, ovejas y cabras (camellos y renos en otras latitudes).

Esta co-evolución ha sido nula en lugares como China o Japón, e importante en la India y en Europa, con una gradación de más a menos según se desciende hacia el sur en países como Italia o Francia. 

Significa que si eres europea, india o de ascendencia europea o india probablemente digieras la lactosa o, al menos tengas una cierta tolerancia; lo que en cualquier caso te puede permitir tomar sin exagerar, alguno de esos quesos exquisitos que te encantan o el postre lácteo de chocolate por el que te derrites o un estupendo arroz con leche –se entiende que en días distintos.

Pero esto no tiene nada que ver con tres o más productos lácteos diarios.

Con tres o más productos lácteos diarios estás tomando unas cantidades exageradas de fósforo que van a contribuir grandemente –junto con el azúcar blanco, la carne en exceso, las sodas y otros alimentos industriales– a acidificar tu cuerpo. 

Además, no es cierto que el producto lácteo sea la mejor fuente de calcio. 

El problema es la relación en la leche de calcio/magnesio que es de 10/8 a 1. Hay demasiado calcio en relación al magnesio. Muchos médicos no saben –o no lo relacionan con la leche– que para absorber el calcio de un alimento se necesita una proporción adecuada de magnesio; magnesio asimismo necesario para activar la vitamina D, proceso indispensable para que el calcio termine en el hueso y no depositado en los tendones y creando tendinitis, síndrome del túnel carpiano o artritis.

El resultado de tomar tres o más productos lácteos diarios puede ser todo lo contrario de lo que buscas, ya que, además de asimilar peor o nada el calcio de la leche, el organismo intentará luchar contra la acidificación sacando calcio del hueso.

Esto suponiendo que digieras perfectamente la lactosa y que no seas alérgica a las proteínas de la leche. 

Y sin contar los preocupantes estudios que relacionan la hormona de crecimiento presente en la leche –pensada para hacer crecer en un tiempo record un ternero– con ciertos tipos de cáncer.

No me voy a meter en esto último, puesto que este artículo trata de la osteoporosis, pero no parece una buena idea tomar productos lácteos en grandes cantidades. 

Si los digieres bien y te gustan, disfrútalos con mesura y tranquilidad, porque como todo, los problemas vienen del exceso. 

Si no los digieres bien o no te gustan, no los pruebes. El calcio asimilable para nuestros huesos se consigue de los vegetales.

Daré consignas más detalladas en el artículo sobre prevención. 

El próximo tratará sobre la vitamina D y el sol.

Para ojear mis otros libros y saber más sobre mí puedes ir AQUÍ.

(1) Ziel HK and Finkle WD Increased risk of endometrial carcinoma among users of conjugated estrogens. N Engl J Med. 1975 Dec 4; 293 (23):1167-70.

(2) Así es como abordó el tema el Dr. Robert Wilson, un ginecólogo financiado en sus investigaciones sobre los estrógenos por la industria farmacéutica –lo cual es habitual y perfectamente legal–, en su éxito de ventas publicado en 1966 “Feminine Forever” , donde opinaba que las mujeres que no utilizan los estrógenos a partir de los cincuenta ya no son verdaderas mujeres.

(3) Thierry Souccar Le Mythe de l’ostéoporose. Thierry Souccar Éditions 2013.

(4) Jaglal SB, Weller I, Mamdani M et al. Population trends in BMD testing, treatment and hip and wrist fracture rates: are the hip fracture projections wrong? J. Bone Miner. Res. 2005; 20: 895-897.

(5) Según el trabajo de Incidencia, riesgo y evolución de las fracturas osteoporóticas de cuello de fémur en las mujeres en España, a partir de un modelo de Markov de Juan M. Cabasés Hita. Universidad Pública de Navarra. Pamplona.  jmcabases@upna.es  Guadalupe Carmona López. Escuela Andaluza de Salud Pública. Granada.  gcl@easp.es  Ramón Hernández Vecino. MSD. Madrid. ramon_hernandez@merck.com

(6) Bolotin HH (School of Medical Sciences, RMIT University, Bundoora, Victoria 3083, Australia. herb.bolotin@rmit.edu.au) . DXA in vivo BMD methodology: an erroneous and misleading research and clinical gauge of bone mineral status, bone fragility, and bone remodelling.  Bone.  2007 Jul; 41(1):138-54. Epub 2007 Mar 1.

(7) Karlsson MK, Gärdsell P, Johnell O, Nilsson BE, Akesson K, Obrant KJ. Bone mineral normative data in Malmö, Sweden. Comparison with reference data and hip fracture incidence in other ethnic groups. Acta Orthop Scand. 1993 Apr; 64(2):168-72.

(8) Stone KL, Seeley DG, Lui LY, Cauley JA, Ensrud K, Browner WS, Nevitt MC, Cummings SR; Osteoporotic Fractures Research Group. BMD at multiple sites and risk of fracture of multiple types: long-term results from the Study of Osteoporotic Fractures.  J Bone Miner Res. 2003 Nov; 18 (11):1947-54.

1 comentario:

  1. Excelente artículo!!! El consumo de leche de vaca esta perjudicando a la población en general, y no previene la osteoporosis.

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